Irene vivía en una pequeña isla. Era una isla maravillosa, perfecta para ella, o eso creia ella.
Todos los días iba a andar por la orilla de la playa y miraba las olas bailar.
Sus pies en sus sandalias se deslizaban tranquilamente, y ella se repetía una y otra vez, que su vida era preciosa, ya que nunca podía haber imaginado un lugar tan bonito para vivir, su isla lo tenía todo para ella, allí tenía su vida. Toda una vida llena de recuerdos y cosas por las que había luchado. A la orilla de su playa favorita, una pequeña casita decorada con las mejores cosas que había ido guardando durante todos estos años.
Sonreía al creerse feliz.
En uno de esos paseos por la orilla con sus sandalias favoritas y dejando que el agua mojara sus pies, Irene vio que a lo lejos una luz le cegaban los ojos, era algo nuevo, creía estar viendo otra Isla. Una Isla no muy lejana a la suya, que nunca había visto.
Esa luz ,la del faro de la otra isla parecía llamarla.
Pasaron los días e Irene tenía más y más ganas de descubrir ese lugar, pero no llegaba a atreverse a adentrarse en el océano para poder visitarla.
Un día unió las fuerzas necesarias cogió una pequeña barquita y remó hasta que llegó a la orilla de esa isla.
Cuando llegó allí sus las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos. No podía creer que existiese algo tan perfecto, parecía hecho para ella.
Como una loca empezó a investigarlo todo, y cada rincón nuevo que encontraba le gustaba más.
Incluso por la arena de su playa no necesitaba llevar sandalias, porque la arena parecía acariciar sus pies. Se tumbó un buen rato en la orilla dejando que el agua la mojara en cada movimiento, y pensó que podría vivir así eternamente. Realmente eso la hacía feliz.
Al empezar a oscurecer se preocupó porque debía volver a su isla, y se acercó al faro para preguntar al farero sobre esta nueva isla.
-Lo siento chica, pero si quiere volver a esta isla, debería venir mañana, porque esta isla es una isla especial, se mueve de lugar cada 12 días, y mañana es el último que permanecerá aquí. Si realmente cree que es feliz aquí quédese.
La chica preocupada, regresó a su Isla.
Esa noche no pudo dormir, pensando que mañana sería el último día para poder regresar a la Isla. Pero le preocupaba la idea de dejar todas sus cosas, todos su recuerdos atrás, en la Isla donde había vivido siempre.
A la mañana siguiente decidida cogió la barba y se adentró en el mar.
Cuando estaba justo a medio camino se paró y reflexionó.
"¿Realmente merece la pena dejar atrás todos mis recuerdos, todas mis cosas, por algo que no conozco?"
Suspiró y otra pregunta surgió de su cabeza:
" ¿Y si me quedo en mi Isla, pero no puedo llegar nunca a alcanzar la verdadera felicidad, porque cada día recuerdo la nueva Isla que me ha hecho sentir cosas que nunca había sentido?"
"¿Qué merece realmente la pena?, ¿conformarse con lo que se tiene e imaginar que eres feliz?, o arriesgarte y ser feliz realmente?"